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MITOS, MANÍAS Y MITÓMANOS

  • Foto del escritor: Influencia Digital
    Influencia Digital
  • 4 oct 2020
  • 4 Min. de lectura

AMADEO BUSTOS SAN MARTÍN


La historia de la humanidad está plagada de mitos, historias que presumiendo una base real desarrollan personajes y momentos que puede ir desde lo más simple hasta lo más heroico, pasando incluso por ficciones casi imposibles de creer, pero que se asumen como ciertas desde el mensaje transmitido, buscando dar explicación a ciertas creencias, hechos o fenómenos; siempre con la tónica prodigiosa de lo increíble, sin lo cual esto o aquello no tendría razón de existir y carecería de significado en el mundo moderno.


Así encontramos varios mitos, en todas las latitudes del universo conocido, como por ejemplo la de los Dioses de diversas culturas, que se han trasladado, por increíble que esto se lea, hasta en los comics de la actualidad, el cine y la televisión, recreando estos mitos, trasmitidos de generación en generación, a veces apegando su trama con la historia que lo precede y en otras distorsionando, aumentando e incluso dando nuevos significados de los anteriormente conocidos.


La constante en los mitos siempre es la exaltación de las habilidades, cualidades o capacidades de un protagonista, un héroe o un dios casi por lo general, pero que alcanza también a cualquier mortal que, por lo realizado en vida, es digno en el escenario terrenal, para ser elevado al plano de trascendencia de la memoria colectiva de una comunidad, un pueblo, una nación, región, país o el mundo.


Una manía constituye, en todo caso un desorden obsesivo compulsivo que motiva a realizar una acción específica, que puede ser simple, sin preocupación alguna necesariamente desde el punto de vista médico, como la necesidad de mantener ordenado un espacio, por ejemplo, haciendo una rabieta si algo no está en su lugar, hasta el grado tal, de acciones y conductas que pueden bordear la locura.


Como constante de las manías, son las cosas que se hacen repetitivamente hasta la saciedad de una forma reiterada, al grado de resultar sumamente extraño y anormal para el resto de la gente esta conducta, y que, para quien tiene una la manía, es habitual.


Esa pasión exacerbada por realizar algo, esa preocupación caprichosa y extravagante por un tema o cosa determinada, ese estado episódico de exaltación, excitación, furia, rabia, frenesí, histeria por consumir, hacer, decir, crear, inventar, demostrar o pensar algo, es una manía.


La mitomanía, es el deseo desacerbado de decir o contar historias, que no necesariamente son reales, aunque pueden contener parte de hechos verídicos, trastocados siempre a favor y conveniencia de quien es ávido de este arte muy surrealista, y que encuentra en su práctica, placer y regocijo, por el hecho de ser artífice de una historia que busca explicar su realidad aparente frente a los demás y justificando así, la conducta, decisión, costumbre, tradición, trabajo, puesto, posición social, liderazgo de grupo, o motivo de vida.


El Mitómano es el artífice, el protagonista del mito, el dios, el héroe o ese mortal con acciones sobresalientes que busca trascender a su tiempo, y que, basando su historia bien argumentada, bajo un supuesto real, inventa, miente, fantasea, con un hábito sistemático, insistiendo en la mentirá aún si es descubierto en ella. Se muestra alterado, nervioso, vacilante, enojado, con la mirada profunda de y llena de ira, si es descubierto. Con su estatus quo expuesto, tiende a seguir mintiendo compulsivamente, buscando, cabildeando, conciliando, convenciendo, buscando sin cesar nuevas víctimas para su historia, para mitificar sus acciones.


En el centro del mito, siempre será el mitómano, contra el mundo. Aquel que hace creer al resto, de seguir una misión superior y manipula su voluntad hasta el grado de hacer pensar a sus seguidores –a quienes creen en él– que es; el mesías de salvación, o que, sin él, lo logrado hasta ese momento no hubiera sido realizado. El iluminado por los Dioses, que ha traído la liberación a los pueblos oprimidos, la ilustración a los ignorantes, la luz en la oscuridad. El mitómano se convierte en el Mito hecho realidad.


El mitómano sorprende a todos, porque se filtra en la debilidad del que escucha, causando admiración e incluso respeto y atención; o simplemente porque a nadie le gusta aceptar que ha sido presa fácil, y que su intelecto, orgullo y voluntad fue vulnerado, vaya, que fue timado, engañado, llevado a un escenario que no era el proyectado, y que al final el único beneficiado fue uno sólo, el mitómano de siempre.


El hábito de mentir constantemente, es la mitomanía, una tendencia del carácter de la persona –niño o adulto, o docente- a mentir, a crear, recrear y creer en fábulas inventadas, o asumir una actitud de simulación a partir de ellas. El mitómano encuentra que todos los medios son buenos para tergiversar la realidad: las mentiras, las fábulas y sus fabulaciones, y hasta la simulación.

La mitomanía vanidosa está caracterizada básicamente por fanfarronadas: proezas atléticas, actos de adoración, éxitos amorosos, actos heroicos, fortunas hábilmente ganadas, etcétera; actos como suelen ser los grados académicos obtenidos y la participación en congresos, y las publicaciones de alto reconocimiento quizá.


Por su parte, la mitomanía perversa es aquella que se caracteriza por una agresividad marcada y por la necesidad de dañar al otro. Toma formas diversas: difamación, denuncias, falsas acusaciones, falsos atentados, cartas anónimas, la denostación de otras tendencias teóricas, de su pertinencia y de su validez.


En favor, se tiene que decir que, lo rescatable de creerse de los mitos del mitómano, si es que existe, algo, puede venir de una base o un hecho real que da vida a sus mitos, y que ha matizado con sus tantas y tantas fantasías, dentro de su hábito de mentir y crear historia tras historia para justificar sus acciones.


Así entonces y sin tomar en cuenta la exacerbación de sus palabras, y claro, una vez reconociendo haber sido timados por el mitómano profesional que se cruzó en el camino, se abre una posibilidad que no se había planteado hasta ese momento, una fantasía, que puede ser convertida en un sueño y una meta real; una mentira que puede despertar esperanza; una acción que puede ser canalizada, revalorada, replanteada, reconsiderara, y hacer propuesta nuevamente para alcanzar un objetivo superior.


Extirpado el cáncer mitómano que corroe, conspira, confabula, e inventa historia tras historia para mantener su posición por placer, vanidad y perversión, que termina en ocasiones hasta en creerse sus propias mentiras, se abren posibilidades en todo sistema, en todo grupo, en todo ámbito, para observar una nueva realidad, un nuevo escenario, una nueva oportunidad para crecer, desarrollarse y lograr el éxito anhelado.

 
 
 

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