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MIENTRAS LA PANDEMIA SE ALARGA... EXTRAÑAMOS LA ANTIGUA NORMALIDAD

  • Foto del escritor: Influencia Digital
    Influencia Digital
  • 31 jul 2020
  • 3 Min. de lectura

Por Gudelio S. Escamilla


El 20 de marzo fue el último partido del torneo de fútbol colegial en la antigua normalidad de los sábados. Los peatones en las calles de la periferia del campo deportivo la gloria, manifestaban esa libertad ordinaria que, en ese momento, no valorábamos tanto.


Extraoficialmente, ese medio día, nos informaron que era eminente la suspensión de clases en todos los niveles educativos, la razón, el acecho del terrible coronavirus. En ese momento, no visualicé el impacto que traería a mi vida. Se trataba de una medida urgente y necesaria para evitar contagios y salvar vidas.


A más de cuatro meses de confinamiento, intento comprender y asimilar los cambios en los múltiples ámbitos de esta nueva forma de vivir. Uno de los cambios obligados, me condenó a aislarme de mis alumnos con quienes aprendíamos juntos, sobre todo cuando ellos tenían deseos de aprender y yo de enseñar. Nos divertíamos y reflexionábamos con base a algunos textos. Recuerdo cuando les pedí, en una sesión de literatura, la explicación del mini-cuento de Augusto Monterroso. Lo escribí con letras grandes en el pizarrón.


Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.

- ¿Es todo? Me preguntaron a coro.

Asentí con la cabeza y lancé una interrogante.

- ¿Qué intenta decirnos el autor? - Pregunté.

Nadie respondió de inmediato. Después, al final del salón se escuchó una voz, con poca convicción.

-Es alguien que sueña un dinosaurio y se le queda grabado en su mente.


Las nubes mentales se amotinaron y se generó una fuerte lluvia de ideas entre los jóvenes. Juntos llegamos a la conclusión que el dinosaurio, ese reptil saurio prehistórico, representaba todas las problemáticas del mundo; catástrofes que ignoramos porque permanecemos dormidos ante la realidad que nos exige despertar y actuar. Ese personaje adormilado, somos nosotros, sumergidos en nuestra pasividad inconsciente, mientras los males sociales permanecen. Y si algún día regresamos de este letargo, el dinosaurio seguirá allí.


La pandemia es una especie de ese vertebrado saurópsido que debemos exterminar, actuando con responsabilidad individual, se trata de despertar y que el dinosaurio, ya no esté allí.


Los efectos de esta pandemia me han privado de vivir la maravillosa antigua normalidad; también, la de los sábados de fútbol, donde perdieras o ganaras, la satisfacción de patear un balón, de gritar palabras de aliento al equipo, del reclamo vehemente al árbitro, aunque te mostrara la tarjeta amarilla, de convivir con algunos de los compañeros trabajadores del colegio. Eran fines de semana de pasión futbolera, esa seducción deportiva que no te obliga a saber jugar fútbol. Ese amor por un deporte que, criticarán los que solo ven a 22 jugadores persiguiendo un balón y no vislumbran ese combate de honor, esa disputa férrea por el esférico que todos anhelan tener, conducir; con técnica o sin ella, a pelotazos sin ton ni son, a despejes de puya, a cabezazos frontales o improvisados, que importa, al final se trata de alcanzar la victoria o dignificar la derrota. El fútbol, como bien dice, Juan Villoro, es la recuperación de la infancia y supongo que de otras etapas de la vida, más libres y menos peligrosas.


No quiero tener complicidad con el pasado, pero se extraña todo lo que hacíamos antes de esta emergencia sanitaria. La pandemia debemos afrontarla como hombres y mujeres responsables, como seres humanos, interdependientes en un sistema social, como un solo organismo. Si considero las medidas de protección, nos cuidamos todos. Al final, bien lo dijo Carlo Magno, “de la conducta de cada uno depende el destino de todos”.

Y se extraña el pasado, pero más extrañaría… no vivir el fututo. SIC.



Gudelio Sánchez Escamilla







 
 
 

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