Memento mori
- Influencia Digital
- 29 nov 2020
- 3 Min. de lectura
Escribe: Fernando Barrios
Es un hecho que el Covid 19 ha traído consigo cambios significativos a nuestra la realidad tanto política, social y cultural. Estos han impactado a diferentes escalas la forma en que entendemos el mundo. Para una inmensa mayoría, el planteamiento de una “nueva normalidad” ha sido recibida con desánimo, disgusto o incluso rechazo, pues ha cuestionado muchos de los paradigmas con lo que crecimos y estamos alienados. Consecuentemente, es ingenuo no esperarse una reacción negativa a las nuevas formas de vivir que muchas veces se alejan de nuestro concepto de comodidad.
Actualmente con el propósito de salvaguardar nuestra salud hemos adoptado medidas que aparentemente terminaron “deshumanizando las relaciones humanas” por más irónico o poético que se escuche. Podríamos describir a la pandemia como un mundo “patas arriba”, donde para cohabitar debemos encerrarnos en una pantalla, donde somos prisioneros en nuestros propios hogares, donde debemos de cubrir nuestra identidad ante la potencial presencia de una muerte en nuestros hogares. Estas son solo algunas de los lamentos más comunes que he escuchado. Muchas de estas inconformidades se pueden resumir en la una sensación de pérdida de libertad.
No obstante, dudo que debido a la pandemia hayamos perdido nuestra tan preciada libertad, pues en realidad añoramos algo que nunca tuvimos, pero que gracias a la situación actual nos percatamos qué carecemos de ella. Si pensamos en retrospectiva, nuestros vínculos ya habían entrado en el proceso de desintegración desde mucho atrás, un claro ejemplo es la sobre simplificación de nuestras vidas detrás de una pantalla. Sin embargo, la distancia como miembros de una sociedad, así como, el aislamiento en el individualismo ya estaban instaurados en nuestro día a día.
En realidad, nos encanta hablar de la libertad en un sentido únicamente romántico sin pensar en las implicaciones que esta conlleva, por ejemplo solemos evitar el cuestionar nuestra propia existencia y por esta razón es que nos auto-definimos con base en los grupos que pertenecemos, el lugar donde vivimos, o los que usualmente hacemos. La genuina libertad es una sensación abrumadora, pues perdemos los puntos de referencia en los cuales solemos encontrar comodidad. La verdadera libertad es aterradora porque nos hace pensar y tener que tomar decisiones genuinamente propias.
Personalmente creo que, más allá de reducir nuestra libertad, la pandemia nos ha brindado la oportunidad de evolucionar. El hecho de estar parcialmente aislados representa la poco usual oportunidad de conocer, hablar, y convivir con las personas que nunca hablamos: nosotros mismos. Aunque, no es tarea sencilla, lo recomiendo mucho, no sabes las grandes sorpresas que te puedes llevar desenmarañando los secretos de tu propio ser.
Es un hecho que siempre han existido miles de riesgos en vivir en la actual sociedad (muchos de ellos son más peligrosos que cualquier virus), pero lo que hace tan especial al Covid es que nos ha forzado a comprender parte de nuestra propia naturaleza como seres finitos, en otras palabras, el Covid nos ha recordado nuestra propia mortalidad.
Si realmente queremos aprender algo de esta experiencia, nuestra tarea es humanizarnos tanto en lo individual como en lo colectivo a través del autoconocimiento. La pandemia es una oportunidad histórica para aprender a lidiar con la noción de existir y aprovecharla para desarrollarnos cómo seres pensantes, ciudadanos y personas, de tal manera que podamos hacer frente a un sistema que nos enajena. Perder la vida no es lo peor que le puede pasar a un individuo, sino es perder su humanidad, pero para poder resguardar ambas debe optarse por el camino de la auto preservación.

Comments