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LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN ANTE LA EXIGENCIA DE UN LIBRE PENSAMIENTO

  • Foto del escritor: Influencia Digital
    Influencia Digital
  • 16 jul 2020
  • 3 Min. de lectura

Gudelio S. Escamilla


Fue en una reunión informal, sin tazas de café de por medio, cuando los integrantes del consejo editorial de “Influencia Digital”, tres jóvenes entusiastas, me invitaron a participar. ¡Libertad y pluralidad para escribir! Me dijeron con seguridad. Esta fue la razón primaria por la que acepté colaborar en este proyecto de comunicación.


Inicio con un artículo donde pongo a consideración un análisis de la libertad de expresión y el libre pensamiento; pero, antes, a manera de aclaración. Cito al poeta Chiapaneco, Jaime Sabines que escribió: “No quiero convencer a nadie de nada. Tratar de convencer a otra persona es indecoroso, es atentar contra su libertad de pensar…Yo quiero sólo enseñar, dar a conocer, mostrar, no demostrar. Que cada uno llegue a la verdad por sus propios pasos…Si a alguien he de convencer algún día, ese alguien ha de ser yo mismo.”


En mi rutinaria navegación nocturna en Facebook encontré una frase del filósofo español, Emilio Lledó Íñigo a quien desconocía en lo absoluto; esta idea me condujo a una obligada reflexión sobre el fenómeno de la libertad de expresión a la que aspiramos como personas inmersas en los diversos ámbitos comunicativos en esta nueva sociedad. El catedrático de la Universidad de Barcelona y Madrid, es contundente: A mí me llama la atención que siempre se habla, y con razón, de libertad de expresión. Es obvio que hay que tener eso, pero lo que hay que tener principal y primariamente, es libertad de pensamiento ¿Qué me importa a mí la libertad de expresión sino digo más que imbecilidades? ¿Para qué sirve sino sabes pensar, sino tienes sentido crítico, sino sabes ser libre intelectualmente?”.


Cotidianamente repetimos ideas banales, escuchadas en los medios de comunicación tradicionales, frases triviales de las redes sociales o simples pensamientos sin identidad propia, expresiones que no están sustentadas en un pensamiento personal; pero se manifiestan sin restricción alguna: se gritan en la calle, son temas de conversación en reuniones públicas o se comparten en las redes sociales; sin embargo no somos capaces de visualizar las consecuencias negativas que generamos al ejercer la libre expresión de mensajes que no pertenecen a un proceso mental individual, reflexivo, crítico y libre.


En una entrevista al Diario “Stampa”, el escritor de la novela “El nombre de la rosa”, Umberto Eco, afirmó que las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos rápidamente eran silenciados, pero ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los imbéciles". Y este posicionamiento tiene una relación con la frase del filósofo Lledó Íñigo, la sociedad tienen el derecho de opinar, de ejercer su libertad de expresión en los múltiples y prácticos canales de comunicación pública, pero deberían difundir ideas sustentadas en el libre pensamiento, información que sistemáticamente represente la abstracción personal del mundo en sus múltiples dimensiones; para evitar, en lo posible, ser parte de la legión de idiotas.


Ante esta invasión, la libertad está degradada, ya que solo la utilizan para decir trivialidades que no ayudan a la reflexión y al debate crítico; no hay argumentos sólidos y propositivos que coadyuve a la confrontación de ideas plurales que fortalezcan las alas democráticas que levantaron su vuelo hace un poco más de dos años.


Hace dos décadas, el sistema de bachillerato donde laboro, intentó capacitarnos para enseñar a pensar a los alumnos. Se trataban de métodos y estrategias prácticas. “Deben formar entes analíticos, críticos y reflexivos”, nos exigieron. Se trataba de que el bachiller observara un fenómeno con detenimiento, que lo estudiara, lo comprendiera y pudiera formarse una opinión y decidir. El pragmatismo consistía en que el alumno realizara actividades donde razonara un poco, pero no más allá de “enseñar a pensar”. El libre pensamiento para el ser humano es una forma de vivir intelectualmente, se le puede equipar con herramientas didácticas para que individualmente intente reflexionar...pero no más.

Y es que pensar, es una dinámica de razonamiento personal y una exigencia para no ser sometidos intelectualmente. (sic)

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Gudelio Sánchez Escamilla


–Licenciado en Ciencias de la Comunicación egresado de la Universidad Autónoma de Tamaulipas


–Docente en el Colegio de Bachilleres plantel 2 Tempoal en el área de Comunicación y humanidades


 
 
 

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