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EN BOCA CERRADA NO ENTRAN MOSCAS

  • Foto del escritor: Influencia Digital
    Influencia Digital
  • 27 jul 2020
  • 3 Min. de lectura

Alekcy Benítez Ahumada


El ateo más recalcitrante que he conocido leyó la biblia más de una vez, se aprendió los mandamientos, rezaba el Ave María, conocía la estructura de una misa, sabía sus significados a profundidad y cantaba el Padre Nuestro Latinoamericano; de igual manera leyó a Lutero y entendía de las sectas protestantes que inundaron la Europa del Siglo XVI y siempre supo en qué momento del ritual, dar la paz.


Durante la afortunada convivencia que tuve con él en los primero años de mi vida, recibí importantes lecciones que a la fecha norman mis acciones y cuya pertinencia y validez considero atemporales y universales. Fue uno de mis maestros consentidos que sin aula, sin pizarrón, sin papel, me dio el conocimiento más importante: me enseñó a pensar.


Justo es decir que mis ojos para él fueron siempre de admiración, aún con su juventud, su sabiduría brillaba tanto que era mi faro de luz, mi guía. Por lo tanto, sin dudarlo le creí, cuando me dijo que para asumir una postura ante algo, ante una idea, una corriente, una ideología, una tendencia; era indispensable conocerla, investigarla, sumergirse en ella y según la naturaleza de la opción, si era posible: experimentarla.


Sin duda, he estado de acuerdo también con los que piensan que no existen verdades universales, pero creo que sí hay principios universales y éste es uno de ellos, que además resulta fundamental cuando uno se ostenta católico, protestante, ateo, masón, comunista, socialista, materialista, neoliberal o liberal, priísta, panista o morenista; entre muchas otras definiciones posibles.


Este principio entonces, se convierte en un ejercicio de conocimiento y de autoconocimiento que va ligado indiscutiblemente con otro proceso de las mentes pensantes: dudar.


La mayoría en México nació siendo católica y hoy por hoy existen por lo menos 4 diferentes opciones religiosas diversas, algunas ramificadas. Aunque un gran porcentaje sigue siendo católico (alrededor del 80%), un 2.4% es Protestante, un 1.2% es Testigo de Jehová, otras religiones diversas arropan a un 2.3% y un 10% de la población no tiene ninguna religión. Y aunque el presente artículo no pretende hablar de religiones, este ejemplo ilustra cómo la gente, cambia de opinión tras experimentación, información, conocimiento nuevo y seguramente duda. Además claro, (acotación aparte) hablando de religión, se admite un poco de propaganda y un mucho de manipulación.


El meollo del asunto es que nuestras opiniones, debieran estar fundadas en el conocimiento que obtenemos después de informarnos y/o de experimentar, ya que eso ayuda a formar lo que hemos dado por llamar: criterio; y no en el pensamiento mágico que se basa en supuestos informales, erróneos y hasta sobrenaturales que generan ideas carentes de fundamentos.


Aunque quizá sería ideal aplicar el método científico para la formación del criterio, esto por desgracia tratándose de las personas, resulta complejo, el desarrollo de los seres humanos no se da bajo fórmulas, sino bajo circunstancias y contextos diversos, por eso es que la frase de “cada cabeza es un mundo” resulta tan contundente.


Sin embargo, esta dificultad para homogenizar la instalación del criterio en las personas, no debe ser una justificación para nadie, y mucho menos para aquellos que se atreven a tomar una postura y emitir juicios con base en: una imitación, una ignorancia preclara, una bola de prejuicios, un pensamiento mágico o una muy longeva disciplina cultivada de pensar poco, o de no pensar.


Seguro han identificado la orientación que lleva mi argumentación y es que es muy clara, me sorprende día con día la facilidad con que mucha gente opina, se rasga las vestiduras por temas y asuntos que desconoce, y se autoproclama y define como cliente de una postura determinada que al final ni siquiera coincide con su forma de pensar, o de vivir.


Insisto en defender y asumir el derecho de expresarnos en libertad, pero quiero pugnar porque antes de hacer uso de él, experimentemos con la duda, la observación, el análisis, la investigación, la autocrítica, la lectura, la formación del criterio y hagamos un ejercicio de razonamiento que no nos deje tan al desnudo, ya que con frecuencia lo que hablamos; más que enseñarle al mundo lo que sabemos, le muestra lo enorme de nuestra ignorancia.


En resumen, mi madre, que nunca dejó de ser católica con dudas, me lo decía en una frase contundente y sin tanto rollo como Yayo: “No hables de lo que no sabes ya que en boca cerrada, no entran moscas”


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Alekcy Benítez Ahumada

ITESM


 
 
 

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