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EL VALOR DE UNA PROPUESTA

  • Foto del escritor: Influencia Digital
    Influencia Digital
  • 3 sept 2020
  • 4 Min. de lectura

AMADEO BUSTOS SAN MARTÍN


¿Cuántas veces se ha escuchado que la falta de propuestas –que den solución a esto o aquello– es lo que limita el buen funcionamiento de las cosas, o el crecimiento de una población. Son propuestas que debiesen emanar tanto de ciudadanos como de Gobiernos.

Acudimos al “¿Cómo es posible que no se les ocurra, hacer algo?”, “¿Es el deber o responsabilidad de fulano de tal, tener propuestas o ideas, por eso se eligió?”, y con ello, justificar la nula generación de propuestas propias, señalando posteriormente el resultado, si no es favorecedor, de quien cuestiona.


Una propuesta es, en todo sentido, ¡eso! Una idea estructurada que se presenta, para ser oída, discutida, valorada, votada, sancionada y en consecuencia aceptada o rechazada, por aquellos que son partícipes de una actividad que genera la misma.


Proponer, exponer una idea ante otros para que ésta sea aceptada y den su conformidad para llevarla acabo, implica siempre acotarse dentro de un marco referencial, sin lugar a dudas. Dentro de esas fronteras, se analizaron escenarios en los cuales existen condiciones factibles para el desarrollo de la actividad propuesta y también aquellos en los que de faltar seria imposible realizar.


Muchas grandes ideas, sin embargo, son las que han salido de los márgenes prescritos y son las que han cambiado al mundo, evolucionando con ello la forma, el modo, el escenario, las condiciones, los momentos, en la vida de los seres humanos, transformando en algunos casos su esencia y en otros renovándola hasta hacerla crecer con más fuerza.


¿Qué hubiera sido de aquellos llamados Indios de las Américas, durante la conquista, si el sincretismo, ofrecido por la Iglesia Católica, no les hubiera permitido conservar sus raíces, rompiendo con ellos sus costumbres y transformándolas? ¿Qué hubiera sido de la raza Africana traída como esclavos, si no se hubieran adaptado a su nuevo escenario, dentro de las duras laceraciones de sus conquistadores? Sin duda habrían desaparecido por completo.

Siempre será mejor analizar una propuesta, con interés, entusiasmo y responsabilidad; que permita tener control de algo que es probable pueda suceder, por encima de todas las restricciones que puedan existir.


Caso contrario, de no hacer y presentar una propuesta, por quienes debiesen; en la distancia y el tiempo, pareciera falta de atención e interés sobre un tema importante, que implica no solo la preservación de una actividad, si no que afecta indirectamente otras.

Evidentemente siempre una propuesta tiene pros y contras, quienes estén a favor y no; aquel que la realiza sabe de antemano que en el resultado se observa un escenario de aceptación o rechazo. Pero sobre todo de factibilidad o no.


Y es en la factibilidad, en el “¿Cómo sí?”; que reside la importancia de una propuesta. ¿Por qué rechazar de tajo algo que puede ser factible? ¡Ser factible! Que puede llevarse a cabo o es fácil de hacer, cumpliendo con todas las restricciones y lineamientos establecidos, ¡con responsabilidad y seguridad de quienes participen en la propuesta!


La discusión, una vez admitida una propuesta, es elemental, convirtiéndose en la esencia fundamental para aceptarla o no.


Sin embargo, la discusión es concienzuda más que de consenso. Es de opinión informada tanto en los pro y contra de la propuesta. Y en todo caso de suficiente peso, para realizar una contrapropuesta. La discusión no tiene limite de tiempo, el requerido y suficiente debe ser usado hasta agotar todos los puntos, dando pauta a una probable resolución que lleve a su aceptación, rechazo o replanteamiento.


Cuando no existe discusión de una propuesta y se asume, de facto, el rechazo de ésta; se presume que se ha ejercido autoritariamente la decisión, y aún en consenso, el derecho vulnerado del libre pensamiento ha evidenciado una anarquía; una ausencia total de estructura de estado y organización, que no permite admitir que existen posibilidades factibles de esto o aquello.


La aceptación, rechazo o replanteamiento y mejora de una propuesta históricamente se ha dado por consenso, en ese acuerdo de la comunidad que participa, una vez discutidos y agotados todos los temas concienzudamente.


La simple votación de quién a favor o en contra, dando como resultado mayoría, podría no ser suficiente, en algunas propuestas, para estimar o desestimarlas. Levantar la mano para hacer equipo con este o con aquel, es lo mas simple del mundo.


Ejercer el derecho a pronunciarse mediante un sufragio válido es primordial al grado, inclusive de tener un consenso por unanimidad y no por mayoría. Derivado de la discusión, la propuesta debe hacerse propia, con independencia del origen que la propuso, y al ejercer el voto, votarla como propia, sea a favor o no; reconociendo en su caso su factibilidad o rechazando por no serlo aunque se hubiese propuesto.


El resultado será, una estrategia factible para enfrentar el nuevo escenario, que motivo la realización de la propuesta presentada. Estrategia que ha visualizado todos los escenarios, tomando en cuenta todas las voces y es posible realizar, sin repercusiones. En caso de que deba ser replanteada, considerará todos los aspectos discutidos para mejorarla. Si es desechada, no significa que sea mala, o no sirva, necesariamente, puede ser que el escenario del momento no es óptimo y su factibilidad no cubre los requisitos necesarios para ser llevada a cabo.


En consecuencia, siempre será mejor tener un propuesta qué discutir y no un silencio qué interpretar.


Una idea vertida con la franqueza total en un documento y no un discurso de justificaciones. Algo que sueñe con mover el mundo establecido y no la sumisión de las ideas por los momentos. Un plan de acción que afronte los retos y escenarios futuros en lugar acciones reaccionarias, por aspectos no previstos, que afectan el presente.


Podrá ser aceptada, replanteada o rechazada una propuesta, pero el derecho del libre pensamiento, libre expresión y como ciudadano de hacerse responsable de sus propias acciones en conjunto de su comunidad, debe estar por encima siempre del resultado, privilegiando con ello el valor de la propuesta.


El valor en la propia propuesta, por el hecho de haberse presentado, en contra del silencio, el brazo cruzado, la sumisión, el cabildeo y la cargada.




Amadeo Bustos San Martín 






 
 
 

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