DE LA PANDEMIA Y SUS LLOVIZNAS
- Influencia Digital

- 2 sept 2020
- 2 Min. de lectura
Por Juan Navarrete Lezama
La llovizna no se calma. Las gotas ríen a carcajadas sobre el suelo y el viento intenta aplacarlas, dominar el escenario… pero insisten. Mi abuela decía que si querías parar la lluvia dibujaras un sol de ceniza en el patio… —pero es de noche, y probablemente no funcione—, si quieres que aplaque el viento corta con un machete donde gira…
Tampoco me interesa que pare, me gusta; hace mucho que no oía llover… Apenas hace unos días que se alegra el bosque con el murmullo del agua, las milpas reverdecen y los agricultores se alegran. Por momentos parece que, desde hace años, nada ha cambiado, un instante se detiene y se reproduce en bucle mientras se entremezclan personajes, amores y desgracias; algunos se ven obligados a hacer de buenos y otros de malos, así los estafadores tienen que establecer la mejor estrategia y los estafados hacer su bien su papel de víctima.
El papel de víctima no empieza en el instante, requiere cierto tiempo de quejarse y sufrir para ser incauto, pero sobre todo para permanecer en él y no querer salir; perfeccionarlo hasta que los mil intentos de los que te rodean no hagan mella y ni siquiera sientas el mínimo atisbo de que te mereces otra función. No, no es fácil, acaso, regodearte con lo bien que puedes causar lástima; siempre encaja todo tan perfectamente que no da para eso, nada es fingido y de verdad te duele todo lo que pasa.
Hombros caídos, cabeza gacha, y siempre algo más puede ir peor. Cuando saludas, en
lugar de una mano, das un bistec gordo, ¡puaj!
Te dijeron imagina el 2020 y fue perfecto para ti, tanto que no hace falta describirlo, piensas que ya todos sabemos bien todo lo que hoy te pasa. ¡Ah! pero para hacer bien tu papel, no deberías pensar en los demás, a quienes seguramente les va muy bien. Quizá algo les afectó en esta pandemia: la economía, la enfermedad, una crisis familiar, decisiones políticas mal calculadas, etcétera, nada comparado con lo que sufres tú… Y ¿de qué sufres tú? Bueno, no hace falta decirlo, eres tan desdichado que nada te consuela… y lo peor de todo es que te piden que te quedes en casa, pero, cómo no salir… algunos son tan insensibles que se van de fiesta y otros necesitan salir a trabajar, pero tú, ni siquiera puedes ir a visitar a todos tus vecinos y vecinas para contarles cuán desdichado eres. La vida transcurre como la lluvia, a carcajadas y el viento persiste, aunque hoy no derrumbe nada: todos se divierten, solo tú sufres tu desgracia.

Juan Navarrete Lezama







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