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"CANASTA DE CUENTOS MEXICANOS", LECTURA OBLIGADA, AL MARGEN DE LOS SUBGÉNEROS LITERARIOS

  • Foto del escritor: Influencia Digital
    Influencia Digital
  • 23 jul 2020
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 23 jul 2020

Canasta de cuentos mexicanos de B. Traven, una lectura obligada, al margen de los subgéneros literarios.


Por Gudelio S. Escamilla


¿Quién no ha leído Canasta de cuentos mexicanos del escritor B. Traven? Desde la secundaria o preparatoria, nuestro profesor de español o literatura nos exigía leer esta obra literaria. Una colección de relatos para disfrutar, a través de una prosa sencilla y un humor directo, la privilegiada visión del mundo indígena mexicano por uno de los escritores más destacados del siglo pasado.


Otto Feige, nombre verdadero de Bruno Traven, fue un escritor alemán que ante sus acciones anarquistas tuvo que huir de su país. Llegó a México en 1924 y al conocer la historia de la revolución mexicana fue su fuente de inspiración. Llega a Tampico y escribe “El barco de la muerte” un libro semiautobiográfico. Viaja a Chiapas y se vuelve particularmente sensible a la forma de vida y a las costumbres indígenas.


En “Canasta de cuentos mexicanos” encontramos una apasionada denuncia social, con una minuciosa descripción de los males indígenas; así como una fuerte trama moral que pone en clara evidencia los dilemas que enfrentan sus personajes. Se vuelve famoso en el mundo y su obra se traduce en 44 idiomas; sin embargo, Traven siempre rechazó la crítica y la fama pública, pensaba que sus libros hablaban por si solos. Muere en la ciudad de México en 1969. Nos dejó más de diez obras literarias magníficas, algunas consideradas clásicas.


Después de varios años, volví a leer esta serie de cuentos editada por primera vez en 1956. “Canastitas en serie”, logró indignarme, un poco; el enredo con matices cómicos de “Solución Inesperada” atrapó mi interés; luego me apasioné con “La tigresa”. En “El suplicio de San Antonio” surgió mi incertidumbre ante la fe trastocada de Cecilio; en aritmética indígena, la trampa ingenua me resultó injusta, en “Dos burros” encontré la justificación del sinónimo tonto-burro; asimismo me deleité con “Medicina efectiva”, “Jugando con bombas” y “Corresponsal extranjero”; pero un relato que captó mi atención, tanto en su dimensión interna como externa, fue el titulado “Amistad”. Me pregunté. ¿Qué hace esta fábula entre nueve cuentos? Es como una verdura en una canasta de frutas tropicales, algo así. Pensé.


Ante este hallazgo, me di a la tarea de diferenciar ambos subgéneros narrativos; argumentar porque “Amistad” es una fábula y no un cuento. Estaba seguro que se trataba de una narración que quebrantaba sutilmente el subgénero narrativo que distingue esta magnífica colección.


Esta no es una crítica literaria, sería insensato de mi parte y no quiero oponerme a la convicción de Bruno Traven, quien siempre rechazó la crítica a sus libros. Más bien es una opinión con el candor escolar. Me imagino que es una sesión de clases, ante la imposibilidad de encontrarme con mis alumnos.


“Amistad” no parece un cuento, en su inicio uno de los personajes principales “un perro negro de tamaño mediano” lo lleva a obrar como persona, aunque no alcanza el grado de humanización, pero al final de este relato el lector sin ningún esfuerzo titánico puede deducir una enseñanza práctica de la vida. Razón sustantiva para darle el atributo de un relato didáctico. La extensión, es cierto, representa una característica más del cuento que de la fábula, pero se trata de una característica externa, no de contenido.


Este libro debió titularse: Canasta de cuentos mexicanos y una fábula extensa. Y es que “Amistad” título con el que aparece la fábula disfrazada de cuento; resulta inverosímil, característica del relato moralizante, cuando alude a lo siguiente: “El perro, al darse cuenta de que el francés lo miraba con atención, movió la cola, inclinó la cabeza y abrió el hocico en una forma tan chistosa que al restaurantero le pareció que le sonreía cordialmente.” El perro, bien puede ser el personaje protagonista del género narrativo menor al que se hace alusión.


Como se sabe, desde su origen la fábula reposa sobre una doble estructura social; desde el título mismo se encuentra una oposición entre dos personajes antagónicos; ambos se encuentran siempre en desigualdad social; uno en posición privilegiada y el otro en una clase desfavorable. Con este argumento se puede sostener que en la colección de cuentos de Traven se entrometió una fábula larga. Y es que existe un antagonismo entre el restaurantero y el perro negro, además corresponden a niveles sociales absolutamente diferentes, si consideramos que se trata de dos entes dentro del mismo ámbito social.


Estas situaciones que encontramos en el relato, son imprescindibles en una fábula, pues sin importar el autor, el contexto social o político, éstas son las características que identifican y marcan un límite entre ella y otros subgéneros similares con los que podría confundirse por su forma alegórica.


El último argumento que delimita la fábula, es que ésta se estructura en hechos imposibles a diferencia de los otros subgéneros. Y nadie puede señalar que Bruno Traven, en “Amistad”, presenta, eso sí, de manera magistral una relación imposible entre un perro hambriento y un restaurantero. “Aquella vez fue la última vez que Monsieur René vio al perro”.


Ojalá, si no han leído “canasta de cuentos mexicanos”, puedan hacerlo y contraponerse, ¿por qué no? a esta idea de que son nueve cuentos mexicanos y una fábula extensa. (SIC)




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